En el sureste mexicano, el Tren Maya recorre más de 1,500 km de historia, esperanza y desafío. Inaugurado en 2023, este proyecto representa mucho más que un medio de transporte: es una apuesta por la justicia social, el desarrollo regional y la integración de una zona históricamente marginada.
La historia de los Ferrocarriles Nacionales de México (FNM) ofrece una lección importante. En su apogeo, durante el llamado “Milagro Mexicano”, el sistema ferroviario transportaba a 20 millones de pasajeros al año y conectaba 31 estados. Pero su abandono y privatización en 1997 dejaron un vacío que aún pesa.
Hoy, el Tren Maya tiene una nueva oportunidad. Ya ha movilizado más de 1.2 millones de pasajeros y generado más de 100 mil empleos en su construcción. Pero para consolidar su impacto, es fundamental aprender de experiencias internacionales como el Shinkansen de Japón.
Este tren de alta velocidad, también criticado en sus inicios, hoy mueve a más de 400 millones de personas al año y es símbolo de innovación, eficiencia y visión de largo plazo. El secreto fue adaptarse, diversificar servicios, aprovechar bienes raíces, conectar regiones, ofrecer experiencias digitales y asegurar puntualidad.
¿Puede el Tren Maya lograrlo? Sí, si adoptamos una mentalidad estratégica y orientada al largo plazo. Se requiere diversificación tarifaria, una estrategia global de marketing turístico, integración logística con transporte de carga y mejoras sustanciales en conectividad, experiencia del usuario y sostenibilidad ambiental.
No es solo un tren. Es un símbolo del México que queremos construir.